Una vez escuché decir que el fuego era sanador y que dentro de su
propia esencia puede convertirse tanto en final como en principio.
Estos fuegos en ciertas
ocasiones (sobre todo aquellas referidas a los asuntos del corazón) llegan a
ser llamaradas e incendios en los que uno se ve inmerso y es imposible escapar
de él, devorándonos por completo.
En otros casos, se vuelve
tan siniestro que corrompe mentes y conduce al ser humano por lugares oscuros
difíciles de transitar, hundiéndonos en esos mares de ensoñaciones y olvidos,
en los que la memoria se vuelve una incógnita.
Como todo soñador, lo
prefiero como principio, ya que, a pesar de que quisieron callar las palabras y
silenciar las voces con fuego, éste se transformó en el principio de una
verdadera liberación, donde aquellas palabras que andaban perdidas dando vueltas
por el aire, encontraron de una vez por todas, bocas y manos que le hagan
refugio, logrando para siempre devolverlas a la vida.